the dreams in which I'm diying are the best I've ever had
.april.may.june.everyday.of.my.life.

12.11.09

.Heartbreak.Hotel.

Los hombres que no amaban a las mujeres


Luego se quedó paralizada, pensando. Nunca antes en su vida había sentido una añoranza así. Quería que Mikael Blomkvist llamara a su puerta y... ¿qué? ¿Que la cogiera en sus brazos? ¿Que la llevara apasionadamente al dormitorio y le arrancara la ropa? No, en realidad, sólo quería su compañía. Quería oírle decir que la quería por ser quien era, que era especial en su mundo, en su vida. Quería que le diera una prueba de amor, no sólo de amistad y compañerismo. «Me estoy volviendo loca», pensó. Mikael Blomkvist vivía en un mundo poblado de gente con profesiones respetables y vidas ordenadas; todo muy maduro y adulto. […] Fue entonces cuando tomó una decisión. Le llevó horas reunir todo el coraje necesario, pero tenía que verlo y contarle cómo se sentía. Cualquier otra cosa resultaba insoportable.


Necesitaba una excusa para llamar a su puerta. Todavía no le había regalado nada por Navidad, pero sabía lo que le iba a comprar. En una tienda de cosas antiguas había visto una serie de carteles publicitarios de hojalata de los años cincuenta, con figuras en relieve. Uno representaba a Elvis Presley con una guitarra en la cadera. Le salía un bocadillo, como los de los cómics, que contenía la frase Heartbreak Hotel. […] Se lo envolvieron para regalo, lo cogió bajo el brazo y se fue paseando hacia su casa de Bellmansgatan. En Hornsgatan, por casualidad, le echó un vistazo al Kaffebar y, de repente, descubrió a Mikael saliendo en compañía de Erika Berger. Él le decía algo a Erika y ella se reía poniéndole un brazo alrededor de la cintura y dándole un beso en la mejilla. Desaparecieron por Brännkyrkagatan en dirección a Bellmansgatan. Sus gestos no dejaban lugar a malentendidos: resultaba obvio lo que tenían en mente.


El dolor fue tan inmediato y detestable que Lisbeth se detuvo en seco, incapaz de moverse. Una parte de ella quiso correr tras ellos. Quería coger el cartel de hojalata y usar el afilado borde para cortar en dos la cabeza de Erika Berger. Sin embargo, no hizo nada. Los pensamientos se arremolinaban en su mente. «Análisis de consecuencias.» Al final, se tranquilizó. «Salander, eres una idiota deplorable», se dijo en voz alta. Tiró a Elvis en un contenedor de basura.

and I found it kind of funny I found it kind of sad