Nacho está bajo, esperando a que venga el bus dirección Torrente o Bonaire.
Cuando lo he visto, me he puesto tan nervioso que he reducido el paso porque estaba temblando. Yo he ido al horno y él no me ha visto, y no he querido ir a saludarlo. Al salir, he estado un rato mirándolo. Hace cosas raras y habla mucho por teléfono, lo de siempre. He pensado en subir a la terraza y hacerle fotos, pero mi cámara no funciona.
Lo peor de todo esto es que me he pasado todo el trayecto Saler-Alaquás pensando en todo el tiempo que ha pasado desde la última vez que hablamos, y de verdad, pensaba que Nacho se había ido para siempre. Ayer vi a un chico que se le parecía mucho, y pensé que cabía la posibilidad de que fueran hermanos.
El juicio no se ha celebrado al final porque el italiano ha confesada y ha aceptado los cargos del fiscal. Menos mal, a mi madre le iba a dar algo y luego yo la habría matado.