Será la rabia. De lo que seguro que no se trata es del orgullo. La ira lleva demasiadas cosas en la mochila. La impotencia nunca podrá reivindicar la prepotencia. Estados de ánimo sin identificar, dosis diarias y obligatorias que vía intravenosa llegan a nuestros pequeños y olvidadizos cerebros, quizá reclamando un poco de atención, quizá regalándonos algo de dispersión, pero siempre, alejándonos de todo contenido social.

Lo social, también en está en la cabeza. ¿O debería decir sobretodo? Las paranoias del mundo, eso que hace que a todos nos cueste dormir un poquito más cada noche, son comunes.

Si sabes qué hago aquí, ¿para qué preguntas? Estoy aquí por ti, quieres pensar. Pero la verdad es que estoy aquí por vosotros, no para controlaros, sino sólo para observaros y ver cuantos millones de veces metéis la pata. ¿Soy dios bajado de los cielos?

Más bien, me definiría como alguien que llegó alto, os miró desde abajo y pensó:
Ya está, lo has conseguido, sólo son eso, tío, ¿y ahora qué?
Entonces, enfadado por la decepción, bajé de allí como pude y volví a ser quien era, nadie para nadie que no quisiera ser alguien.

Desde allí arriba pensé que ya había bastante tontería en el mundo para regalarla, que no merecía la pena ser bueno ni malo y que hay cosas que se deben cuidar más que otras. Todo afecta, creedlo o no, pero para mí, es así. Lo único que resbala, es el café.

Así que ponte unas medias de colores, los zapatos de tacón y el bolso a conjunto, que te invito a un café calentito en donde los cigarettes te los haces tú y así los recuerdos llegan antes. Pero sólo los buenos.